miércoles, 9 de septiembre de 2015

Volver... con la frente marchita.

   Hace nada recogía mis bártulos para pasar el verano en Galicia y parece mentira, pero el tiempo pasa y aquí estoy con mis maletas de nuevo pisando tierras catalanas.
 
   Es un curso nuevo y con él llegó un piso distinto. Como dije hace unas cuantas entradas decidí que abandonaría por completo la idea de compartir casa con desconocidos, por eso, al no poder enfrentar el pago de un piso muy grande para mí sola por los alrededores y por ahorrarme el levantarme una hora antes para ir a clase (en realidad creo que el factor que me hizo decidir fue éste y no el alquiler. La vagancia manda)  llegué a la conclusión de que mejor me quedaba un año más en la residencia, eso sí, cambiando el tipo de piso, alquilando ahora una tipo D para dos personas, en vez de una tipo T para tres personas (porque aunque el año pasado nos quedáramos en dos, no creo que volviese a pasar nada parecido).



   El cambio sinceramente creo que ha sido para mejor: la compañía es elegida (sabes lo que hay y hay confianza para ponerse serio con las tareas de la casa) y el apartamento, aunque sea más pequeño y se le vea algo más cascadito (el anterior se veía usado, pero este gana) tiene mucha luminosidad y la habitación principal es mucho más amplia que la anterior (eso sí, aún así no es apto para claustrofóbicos, porque consta de una habitación/salón/despacho/etc, un baño y un pasillo/cocina/armario. Vamos, que no es un sitio donde puedas montar una macrofiesta).


   Un consejo para cualquiera que quiera alquilar el tipo D: escoged siempre el primer módulo o el último, así la ventana dará a una zona verde y no a una acera (quien sea tímido sabrá que cohibe bastante saber que la gente está viéndote todo el tiempo).



   Aún así, la vida no es un campo de flores y tengo que quejarme de que este nuevo año escolar, la residencia no incluye la almohada (cosa que hasta ahora SÍ. Lo próximo será poner nosotros los grifos porque si cada año nos quitan algo...) y además te ofrecen un trato ejem, timo que consiste en prestarte utensilios de cocina (éstos nunca los pone la Vila, tienes que traerlos, comprarlos o apañártelas) a diez euros mensuales... Juzguen ustedes.

   Por último, lo que se refiere al primer día de clase... Es muy pronto para poder aventurar nada, pero la impresión es buena y los ánimos vienen renovados. Volvemos un año más, como diría Carlos Gardel con la frente marchita (de los palos que me llevé el año pasado), aunque con fuerza para lo que venga.

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