domingo, 14 de junio de 2015

3...2...1... ¿Qué es Jugger?


      Marcharte a un sitio nuevo es complicado, tienes que dejar atrás algunas cosas, sean familia, amigos o aficiones.
Lo que hoy quería tratar es una mezcla de todo eso (ay, cómo gusta el drama en mi casa). Vamos, hoy quería hablar sobre un deporte que está creciendo bastante en España: el Jugger, por culpa del cual me costó bastante irme a Barcelona (porque además de dejar atrás a las personas que había conocido en este deporte en Coruña, resultaba que en la Ciudad Condal hasta hace poco -aproximadamente septiembre de éste año...- no jugaba nadie).

      Bueno, y como una imagen vale más que mil palabras...

(Saqué esta foto en el Torneo Xabaril 2014 de Santiago y explica bastante bien de qué va la cosa)

viernes, 12 de junio de 2015

¿Qué pasa cuando llegas?


      Es difícil adaptarse a un sitio nuevo cuando llegas por primera vez, al menos en mi caso. Me di cuenta por las malas de que no es lo mismo estar dos semanas de vacaciones en Barcelona (o en la China, o vamos, en cualquier parte) que tener que vivir ahí, en el primer caso todo (por norma general) son buenas experiencias y buenas impresiones, buena gente y en definitiva, sólo estímulos positivos; el segundo caso es... hostil.


(Las primeras visitas siempre traen sorpresas, todo es interesante. Hay arte, monumentos... Barcelona imanta)


      En mi caso yo llegué con mucha ilusión, ya había estado aquí antes y había visto las cosas más típicas y no me podía quejar, incluso me había gustado: la trampa estaba en que en ningún momento de mi primer viaje a Barcelona (años antes de saber que el universo me iba a arrastrar hasta allí) salí de mi burbuja (de hecho visité la ciudad en compañía de Ana y las respectivas hermanas mayores que se encargaban de todo), es decir, nunca me tocaba a mí esforzarme por comunicarme, ni pelearme con los mapas, ni nada; con lo cual volví a mi casa pensando que Barcelona era el mejor sitio para visitar. Pero la verdad es que cuando te toca viajar más de mil kilómetros para enfrentarte tú solo a una ciudad nueva las cosas no son de color de rosa.

miércoles, 10 de junio de 2015

¿Compartir piso? NUNCA MÁIS

     Salir de casa de tus padres, casi independizarte, es comenzar una vida nueva. Te dices a ti mismo que ahora serás como tú eres, conocerás a mucha gente nueva y lo mejor de todo: vivirás lejos de tus padres.
     Suena utópico: vivir fuera del "yugo" de tus progenitores. Y de hecho no te lo crees hasta que llega el día de hacer la maleta con todos tus trastos camino de tu nuevo pisito. Y suele ser ese día cuando comprendes el alcance que va a tener este cambio, pues al menos en mi caso, el irme a vivir a Barcelona era una idea que supe que se realizaría a principios de verano pero que sólo fue real cuando el último día decidí juntar a un puñado de gente para decir adiós (y no sin una enorme ración de drama).

      Bueno, dejando de lado que me suelo ir bastante por los cerros de Úbeda... Vuelvo al tema: que sí, que piso nuevo, vida nueva pero hay una cosa clave dentro de cada vida nueva y es quién va a estar en ella, es decir, ¿vas a compartir piso? ¿Y con quién?
Vale, creo que se puede ver por el título de esta entrada que la expectativa se estrelló violentamente contra la cruda realidad (de ahí el tan de nuestra tierra NUNCA MÁIS).
Por cosas del universo, una de nosotras decidió compartir piso con compañeros de toda la vida, y la otra se lanzó a lo kamikaze a probar suerte con totales desconocidas a ver cómo iba la cosa.

      Mi caso fue el del cambio radical, estaba empezando una vida nueva y allá donde iba no tenía ningún conocido (aunque más tarde me enteré que eso no era del todo cierto, pero era ya demasiado tarde), y como Barcelona no es Santiago y no es tan fácil encontrar un estudio individual para poder vivir solo, suele tocar compartir piso a menos que tengas más pelas que el tío Gilito y no te de pena gastarlas (vamos, que te la clavan, pero si compartes os la clavan a varios y como sale a repartir duele un poquito menos).

lunes, 8 de junio de 2015

La decisión de Ana Acción Veiga

¿Qué hacer cuando no sabes qué hacer? Ésta podría ser la pregunta de mi vida... o quizá con ¿qué hacer? me basto. Como buena gallega, soy indecisa hasta el punto de depender del depende... además soy extremadamente vaga, nunca he encontrado nada que me guste como para hacerlo en cualquier momento, nada que si tienes que hacerlo, lo hagas porque te apetece; claro está que tampoco lo he buscado. 
Así llegué a bachillerato, sin saber qué era eso que me gustaría ser para, por lo menos, la mayor parte de mi vida. Mejor dicho, creyendo que mi deseo era estudiar matemáticas, porque se me daban bien y eran entretenidas (al menos para mí), y terminar dando clase a adolescentes intentando que no las odiaran. A pesar de no estar muy segura de ello, lo elegí como futuro, aún pensando en la posibilidad de que me gustaran, al igual que otras materias (no sólo de ciencias), más por los profesores que por la temática y temiendo cometer un error fatal al escoger ciencias y no letras, olvidándome de mixtas y del bachillerato artístico por razones no del todo desconocidas pero tampoco muy claras...
Terminé en el bachillerato de ciencias puras, lo cual... no acabó bien. Los problemas se fueron sumando hasta que "acabaron" conmigo. Para empezar, he odiado, desde que entendí el concepto, el sistema de educación, nunca entendí su porqué, ni tampoco porqué quería entrar en él, lo de ser profesora bajo ese sistema no me apetecía... entonces, ¿qué iba a hacer con mi carrera de matemáticas? No pertenezco al grupo de estudiantes a los que no les importa estudia o, incluso, les gusta, así que trabajar de matemática, teniendo que seguir estudiando mientras viva de ello, tampoco me tenía muy buena pinta. Empezaba en primero a dudar de mi destino y este murió con la llegada de una sustituta de mi profesor de matemáticas ese mismo año.
Sin destino, intenté buscar otros y me empezó a interesar arquitectura, era la carrera de mi tío, tenía dibujo técnico, algo que también me gustaba y parecía la única carrera válida para mis gustos. Pero bachillerato seguía mientras yo no tenía un destino y he de recordar a quien lea esto que soy vaga, muy vaga. El bachillerato no es ninguna tontería, hay que estudiar, hacer deberes, y en general, trabajar; y para mí, queda mal que lo diga, era algo nuevo, había trabajado y estudiado antes, pero nunca con verdadero esfuerzo y la pereza, vieja amiga, siempre me ganaba cuando lo intentaba. Esto empezó a dañarme mentalmente, quería hacer, pero a la vez no quería, pudiera o no.

¿Cómo puede uno despertarse en Galicia y acostarse en Cataluña?


Bueno, escribo ya mirando bastante hacia atrás...

      Un día de septiembre ya del año pasado me desperté de buena mañana y tuve que empaquetar todo lo que fuese importante y cupiese en el maletero de un toyota (que no sé cuantos modelos habrá, pero doy fe que el que tenemos en mi casa tampoco es que sea muy grande) y así empezó mi viaje a Barcelona para empezar una etapa nueva...
      A ver, es verdad que no nos fuimos de buenas a primeras, eso es bastante peliculero...
En realidad todo empezó una vez terminada la Selectividad (que en mi caso, fueron las de 2014), mi idea desde pequeña era hacer medicina o biología, pero ¡sorpresa! La vida no siempre va como tú quieres que vaya, y puede que aunque en el instituto y en bachillerato se te de muy bien la biología puede que las matemáticas y la física sean tu cruz.
Bien, como se puede suponer, mi caso era éste, y aún teniendo que pelearme con los números siempre cursé la opción de estudios que me dejase abierta la puerta a mi idea original (vamos, que por intentarlo no sería; aunque hay quien dice que fue más bien por tozuda). al final, de donde no hay no se puede sacar (al menos en mi caso, porque soy bastante obtusa con las matemáticas) y después de una época un poco... turbulenta, con muchos muchos números (cuando digo muchos, es todos los días de la semana al menos una o dos horas de matemáticas, química o física, que aumentaban de manera inversamente proporcional al tiempo que me quedase antes del siguiente examen) y mucho sufrimiento. En mi caso, absurdo porque siendo realistas, yo no iba a ser una de esas excepciones que inspiran películas donde todo sale bien justo antes de los créditos; al final la cosa quedó en una decisión de última hora: No iba a presentar matemáticas ni química (en segundo de bachillerato ya me había librado de física) a Selectividad.

      La cosa fue bien (incluso me atreví a presentarme a alguna asignatura que no había cursado en bachillerato) y sólo quedaba saber qué hacer con mi vida.

¿Por qué Bellotas y por qué Indomables?

      La idea de este blog es que la vida no es de color de rosa, no estamos dentro de las típicas películas americanas de final feliz  y a veces las cosas se tuercen. El que no salgan como te esperas no es el fin del mundo, pero siempre viene bien contarlo...

      Bellotas Indomables... Es un nombre que a priori no llama mucho... Parecen dos palabras pero no: Resulta que las bellotas, o mejor dicho, los robles, son una planta que tras todos estos años de evolución los seres humanos no hemos sido capaces de domesticar (¡las bellotas nos pueden!), y si algo tan pequeño como una bellota es capaz de revelarse contra toda la humanidad (cosa que plantas como el maíz, el trigo o los pistachos; y animales como caballos, lobos e incluso nosotros mismos no hemos sido capaces de lograr), ¿por qué nosotras no podríamos ser indomables como lo son las bellotas?