¿Qué hacer cuando no sabes qué hacer? Ésta podría ser la pregunta de mi vida... o quizá con ¿qué hacer? me basto. Como buena gallega, soy indecisa hasta el punto de depender del depende... además soy extremadamente vaga, nunca he encontrado nada que me guste como para hacerlo en cualquier momento, nada que si tienes que hacerlo, lo hagas porque te apetece; claro está que tampoco lo he buscado.
Así llegué a bachillerato, sin saber qué era eso que me gustaría ser para, por lo menos, la mayor parte de mi vida. Mejor dicho, creyendo que mi deseo era estudiar matemáticas, porque se me daban bien y eran entretenidas (al menos para mí), y terminar dando clase a adolescentes intentando que no las odiaran. A pesar de no estar muy segura de ello, lo elegí como futuro, aún pensando en la posibilidad de que me gustaran, al igual que otras materias (no sólo de ciencias), más por los profesores que por la temática y temiendo cometer un error fatal al escoger ciencias y no letras, olvidándome de mixtas y del bachillerato artístico por razones no del todo desconocidas pero tampoco muy claras...
Terminé en el bachillerato de ciencias puras, lo cual... no acabó bien. Los problemas se fueron sumando hasta que "acabaron" conmigo. Para empezar, he odiado, desde que entendí el concepto, el sistema de educación, nunca entendí su porqué, ni tampoco porqué quería entrar en él, lo de ser profesora bajo ese sistema no me apetecía... entonces, ¿qué iba a hacer con mi carrera de matemáticas? No pertenezco al grupo de estudiantes a los que no les importa estudia o, incluso, les gusta, así que trabajar de matemática, teniendo que seguir estudiando mientras viva de ello, tampoco me tenía muy buena pinta. Empezaba en primero a dudar de mi destino y este murió con la llegada de una sustituta de mi profesor de matemáticas ese mismo año.
Sin destino, intenté buscar otros y me empezó a interesar arquitectura, era la carrera de mi tío, tenía dibujo técnico, algo que también me gustaba y parecía la única carrera válida para mis gustos. Pero bachillerato seguía mientras yo no tenía un destino y he de recordar a quien lea esto que soy vaga, muy vaga. El bachillerato no es ninguna tontería, hay que estudiar, hacer deberes, y en general, trabajar; y para mí, queda mal que lo diga, era algo nuevo, había trabajado y estudiado antes, pero nunca con verdadero esfuerzo y la pereza, vieja amiga, siempre me ganaba cuando lo intentaba. Esto empezó a dañarme mentalmente, quería hacer, pero a la vez no quería, pudiera o no.
Llegué a segundo con buenas notas, pero mi aguante psicológico había mermado, sin destino, ni ganas de él, con la falta de mi mejor amiga en clase (siendo yo antisocial, este es un duro golpe) y con cansancio y mal humor me enfrenté al último año obligatorio. Me costó mucho seguir en él, pensé en dejarlo muchas veces, pero de esto puedo hablar si eso, en otro momento. En vez de dejarlo decidí terminarlo cuanto antes con la nota que fuera y olvidarme de selectividad, claro está que los profesores son reacios a que sus alumnos no la hagan, pero, además de vaga soy terca. Para no hacer selectividad hay que tener un plan y lo que queda es o estudiar algo que no la necesite o trabajar, mis padres preferían que estudiara algo, lo que fuera, lo que yo quisiera, pero algo. Así que empezamos a buscar ciclos, mis padres se esforzaron más que yo y al final decidí presentarme al ciclo superior de Diseño de Joyería Artística en la Escola de Arte e Superior de Deseño, Mestre Mateo en Santiago de Compostela. No necesitaba selectividad, ni buenas notas y además era una rama cercana a la familia, pues mi abuelo había sido joyero y mi tío sigue con su taller.
Sin selectividad y con bachillerato terminado, me presenté a las pruebas del ciclo y aquí estoy, casi un año después, en Santiago terminando el primer año y volviendo a preguntarme qué hacer.
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