Felices, pero rebozadas en tierra.
Ésta es una de las prácticas de laboratorio (UAB), donde debes siglar
(Para mi suerte, de Prehistoria, que es lo que me va).
(Para mi suerte, de Prehistoria, que es lo que me va).
Creo que ya expliqué hace un tiempo que yo me había metido en ésta carrera de una manera un poco ingrata, vamos, que sin pensarlo muy a fondo y aferrándome a una idea muy romántica (cuando era pequeña, por el trabajo de mi padre, estaba familiarizada con una serie de yacimientos y era un tema que siempre me había apasionado); además, tengo que decir que cuando entras en la arqueología los ánimos que te dan... bueno, dejémoslo en que te advierten que no hay mucha estabilidad, y que no es una carrera donde consigas grandes sumas... Vamos, que te meten miedo. Y tanto que me habían comido el coco (sumado a que en primero de carrera no nos llevan a excavar) que estaba un poco nerviosa con el tema de ir a excavar.
Al final, estaba nerviosa por puro deporte (como me suele pasar siempre, tengo un carácter muy nervioso, así como de Chihuahua), al final la experiencia fue genial y nada, que voy a contar un poco.
Llegamos el día uno a un polideportivo que durante 12 días se convertiría en nuestra casa. Al principio, como siempre, iba yo bastante tímida, aunque al ir acompañada la preocupación de quedarme aislada y no hablar con nadie se redujo en un 70%; al final resultó que hicimos migas con todos los voluntarios y menos mal, porque la experiencia de convivir con alguien con quien no cuajas... Creo que ya hemos hablado de eso.
Nuestra aventura arqueológica no empezó ese día, ni el siguiente e incluso no el siguiente ya que encajó con el fin de semana (bueno, así los voluntarios tuvimos tiempo de hacer más piña), pero aún así, el director de la excavación vino el domingo a hablarnos un poco del yacimiento, es decir dónde estaba, de qué época era, etc. Además de responder a nuestras preguntas. Y vamos, yo a estas alturas ya estaba ansiosa por empezar.
Se acordó que los días de trabajo debíamos desayunar a las 8 y estar en el yacimiento a las 9 para empezar a trabajar. Normalmente para estar lista a la hora acordada yo hubiese necesitado 10 o 15 minutos, pero cómo no, me desperté a las siete por pura ansia (había muchas ganas de excavar, leches!). Pero no solo yo, ¿eh? Muchos de los voluntarios se despertaron de esa manera... Todos locos por la gaseosa que diría mi abuelo.
Primer día, nos suben en una furgoneta y en 10 minutos estamos en el yacimiento (aunque antes tuvimos que subir una cuesta sólo apta para los MUY motivados). El director de la excavación primero nos dio una vuelta por los tres sondeos que íbamos a trabajar (sondeos 16, 17 y 18) y explicándonos un poco sobre cada uno de ellos. A continuación nos dividieron en grupos -yo estaba ya pidiendo mentalmente el 16 porque allí habían encontrado un petroglifo el año anterior- y la casualidad me llevó al sondeo 16.
Ahí que fuimos cinco voluntarios (aunque dos días después aún se nos unieron dos más) y el arqueólogo que nos dirigiría.
Los comienzos ya fueron accidentados... Al llegar allí pudimos ver que la tierra estaba revuelta: mal asunto. Se llegó a la conclusión de que alguien había ido hasta el castro en plan "cazatesoros" y había intentado expoliar alguna cosa... En fin, corramos un tupido velo antes de que empiece a nadie le empiece a hervir la sangre.
¡Y al lío! Lo primero que teníamos que hacer era empezar a cavar la capa moderna de tierra que se había dejado el año anterior y quitar el geotextil -es una tela sintética (y permeable) que tiene como función proteger el yacimiento, igual que la tierra que lo cubre-. Primero íbamos con sachos (en castellano, azadas), pero sólo hasta encontrar el geotextil; para luego pasarnos al paletín y a los pinceles. ¡Y desde el primer momento en el sondeo fue un no parar de cerámica!
Eso sí, el ansiado petroglifo que yo quería ver resulta que ya no estaba aquí, sino que está en el Museo de San Antón, esperando para ser expuesto este septiembre.
En uno de los sectores del sondeo ya había salido esto aún en la mitad de la jornada.
Al parecer el sondeo 16 había sido en sus tiempos un horno de cerámica y por ello no parábamos de encontrar material, que además era muy diverso (bruñido, sin bruñir, decorado, sin decoraciones, etc). En concreto, nuestra compañera de Estonia era como un imán.
Por cierto, al ser un campo de trabajo internacional (ya conté en otra entrada todas las nacionalidades) tuve una semana de uso intensivo del inglés, pues así nos entendíamos todos; la palabra más escuchada sin duda fue POTTERY!!
Cada jornada se dividía en dos partes, que se diferenciaban porque hacíamos un pequeño descanso, que era cuando aprovechábamos para devorar el bocadillo (excavar da hambre, y quién diga lo contrario miente).
Todo quedaba donde estaba a la hora del bocadillo para poder seguir después.
Y bueno, después del primer día sólo había que seguir trabajando. Cada día nos poníamos una meta distinta y como no, cada día llenábamos varias bolsas con cerámica (la verdad es que era muy gratificante, estábamos sacando material tooooodo el tiempo).
El ambiente de trabajo era genial, charlábamos, escuchábamos música (a veces cantábamos), nos contábamos historias, hablábamos de nosotros, comparábamos la vida en España con la de Estonia (gracias a Britt!), en fin, que -al menos en mi caso- lo pasamos muy bien. De hecho, uno de mis miedos a la hora de excavar era que estuviese ahí en una esquina sin hablar (soy muy tímida, casi patológicamente), pero no, me sentí muy integrada y me sorprendí a mi misma hablando por los codos.
Mientras en el sondeo 16 sacábamos cerámica y carbones por un tubo, en el 18 sacaban tégulas, es decir tejas de la época romana, pues los de ese sondeo excavaban el derrumbe de una casa romana situada encima de la que había sido una morada anterior. Pude pasarme por allí a excavar los últimos dos días de trabajo y había tejas por todas partes.
Algunas con cosas tan sorprendentes como huellas de animales, en este caso, de ovicáprido (izqda) y perro (derecha).
En este caso, cerámica decorada y la cuenta (enhebrada en una fibra de hierba por los voluntarios para apreciar su uso).
¡Ah! No puedo dejar esta entrada sin mencionar una cosa que me llamó bastante la atención, y es que mientras excavas te encuentras con una cantidad de animales que no te puedes imaginar... Varios sapos, un montón de nidos de serpiente (aún con los huevos), serpientes (habiendo nidos, lógico que también estén ellas), saltamontes, mariposas, arañas, escánceres (un lagarto sin patas muy común en Galicia, que la gente de fuera confundió con serpientes) y varios ratones (que sin querer desahuciamos al romperles el nido), etc. Vamos, que la arqueología no está pensada para la gente que le tenga asco a este tipo de animales, por suerte soy muy animalera -bicheira que me dicen en casa- desde siempre y me encanta encontrarme con los bichillos.
También debo decir que los arqueólogos se portaron genial con nosotros, siempre explicándonos las cosas y dejándonos hacer las cosas por nosotros mismos, de echo, a mi me dejaron utilizar el nivel en el sondeo 18 (cosa que en las prácticas de la universidad... pues no).
Aquí Carlitos poniendo la vara del nivel (y yo estaba al otro lado con el propio nivel!!)
Eso sí, ahí teníamos al arqueólogo controlando (por si acaso).
Y como ya conté en una entrada anterior por las tardes los arqueólogos nos dieron la posibilidad de ir con ellos a limpiar el material que se había encontrado en ésta y en prospecciones anteriores.
También no debo olvidar mencionar que pude ver algunas de las técnicas mas "modernikis", como por ejemplo el uso del dron (una tarde que en vez de hacer actividades, un pequeño grupo fuimos con los arqueólogos) para hacer fotografías aéreas: ¡Una pasada!
Lo único, es que como siempre pasa, lo que impera es la Ley de Murphy y en el sondeo 16 encontramos un "suelo", un nivel habitacional (es decir, el nivel del suelo de una estancia, en este caso, un presunto horno de cerámica) y lo que parecen ser los cimientos de una estructura; la parte de la mala suerte viene cuando digo que lo encontramos el último día, es decir, el mismo día que debíamos volver a colocar el geotextil y cubrir el sondeo con una capa de tierra para protegerlo de la erosión hasta que se vuelva a abrir el próximo años. Vamos, que nos dio tiempo a barrerlo todo y poco más...
La rabia que da taparlo todo cuando llevas tanto trabajo invertido.
Fueron unos días geniales para mí, no hice más que reafirmarme en la idea de convertirme en arqueóloga y comprobé absolutamente que es una tarea muy gratificante (por mucho que cuando entras en la carrera te quieran meter miedo), según nuestra compañera Estonia "It's so relaxing, like gardening", y la verdad es que tiene razón. Por gustarme, incluso me gustaba el olor de la tierra removida. ¡Sin duda el verano que viene volveré a continuar excavando en Socastro!
P.D: No sé si es que yo estoy maldita o qué, que siempre ha coincidido de estar yo en un yacimiento siempre viene algún tipo de prensa (bueno a ver, sólo han sido dos veces, pero exagerada se nace). En este caso vinieron a visitar el yacimiento y con los visitantes vino el Correo Gallego. Os dejo el link de la noticia: A historia do Castro de Socastro menos Hermética (la que por cierto tengo, pues fui corriendo al kiosko... "Mira mamá, soy famosa!!")
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